LA LECTIO DIVINA SEGÚN EL PADRE ROBERTO MERCIER

El P. Mercier inicia afirmando que {{más que un método, la lectio divina es la manera cristiana de leer la Biblia}}.

SANTO SEPULCRO

Biografía: Padre Roberto Mercier 

El padre Roberto Mercier nació en Canadá en 1939. Sus estudios básicos los realizó en la ciudad de Montreal. Después de la Ordenación sacerdotal ingresó a la Compañía de los padres de San Sulpicio. Cursó estudios superiores en el Instituto de Espiritualidad (Teresianum), el Instituto de Patrología (Agustinianum) y en el Instituto Bíblico de Roma. Fue formador en el Seminario Mayor de Manizales y, en varias ocasiones, dictó cursos de formación bíblica en la Diócesis de Cartago. Fue durante estos cursos que lo conocí y tuve la oportunidad de aprender de él a hacer lectio divina, por ello presento algunas de sus ideas sobre la lectio contenidas en un pequeño libro publicado por el Centro de Publicaciones del CELAM en 1997: Lectio Divina y Espiritualidad bíblica.

Invocación al Espíritu Santo

La invocación del Espíritu Santo es indispensable en la celebración Eucarística; lo es también en la celebración de la Lectio Divina. Esa es la primera y fundamental actividad de aquel que se prepara a la Lectio Divina: pedir que el Espíritu Santo venga a iluminar todo nuestro ser para que sea posible el encuentro con el Señor.

SINAGOGA DE CAFERNAÚN

 

Your Title Goes Here
1. Lectio

Es el momento de entrar en el texto bíblico con la lectura, pero hay que saber leer ¿Cómo?

    • Leer orando: la lectura de la Lectio Divina es ante todo una lectura orante; está en orden a la edificación de la piedad; no se trata de estudiar; el estudio informa, sólo la oración pone el corazón en contacto con Dios. 

    • Leer buscando: el texto se iluminará buscando los paralelos que a veces aparecen en las referencias marginales de la Biblia. Se leen lentamente esos textos paralelos, se descubren nuevos sentidos del texto primero ya iluminado. «La Biblia se interpreta por la Biblia», es el criterio de la lectio divina.

    • Leer escuchando: en ese «ejercicio orante», la lectura debe ser una escucha para llegar a convertirse en obediencia. Por eso el afán es enemigo de esa lectura.

    • Lectura repetida y minuciosa: en cada nueva lectura, el texto sagrado se enriquece con nuevas armonías. De esta manera se va imprimiendo en nuestro espíritu su riqueza y con cada uno de sus detalles. 

      2. Meditatio

      Leer incansablemente, mil veces un texto para admirarlo más y mejor, confiarlo a la memoria para no poderse separar más de él, eso es precisamente meditar. ¿Cómo memorizar?

      • Observarlo todo. Para recordarlo todo, hay que observarlo todo. De cierta manera, se trata de prestarle atención a cada detalle para aprender el texto palabra por palabra.

      • Dividir el texto. Ante un texto largo, la memorización exige dividirlo por unidades de sentido, luego agruparlas, ordenarlas en cierta continuidad y, en fin, enumerarlas según cierto progreso.

      • Relacionar palabras, asociar ideas. Se trata de establecer asociaciones de ideas, relaciones con frases ya conocidas que conllevan las mismas palabras o ideas.

      3. Oratio

      ¿Cómo balbucear, rumiar la Palabra de Dios sin entablar con ella un diálogo? 

      ¿Cómo orar? Aquí ya no se necesita de un maestro. Cada uno sabe reconocer y apreciar sus encuentros con Dios. Se entra en una experiencia personal donde los sentimientos varían: temor, amor apasionado, acción de gracias, sequedad espiritual, silencio, entusiasmo, diálogo. Lo importante es estar fiel al encuentro. Poco a poco la Palabra traza su camino en el corazón. Sólo aquel que es asiduo a la Palabra sabe que Dios es siempre fiel y no falla en dejarse encontrar y hablar al corazón.

      4. Contemplatio

      Siendo don de Dios, la contemplación no se alcanza por los esfuerzos personales. Ubicada en lo más íntimo del corazón, allí donde Dios mora, no viene del exterior. Aparece como el fruto natural de una lectura orante intensa cuando el Espíritu la concede. Este cuarto momento es el tiempo de la acogida. Traduce una adhesión tal con la voluntad de Dios que se realiza en un íntimo y fuerte abrazo con ella. Finalmente, la lectio divina nos lleva a la práctica de las buenas acciones. De hecho, lo mismo que la meditación de las palabras tiene como fin su memorización, de manera que recordemos las palabras meditadas, así la meditación de la ley, de la Palabra de Dios nos hace tender hacia la acción, nos empuja a actuar.

      Concluye el P. Roberto Mercier así su obra: «La práctica de la lectio divina no exige largos y científicos estudios previos; no es un ejercicio de erudición. Pero, eso sí, compromete y reúne todas nuestras facultades. Su fin no es el de aprender algo, pero lleva delicadamente al lector silencioso a deshacerse de sí mismo, a llegar a ser auditor de la Palabra y a recibirse a sí mismo de otro, del Otro. Constituye la escuela más auténtica y eficaz»

       

      0 comentarios

      Enviar un comentario

      Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *